miércoles, 5 de mayo de 2010

Continuidad

Un poema

Me he vuelto demasiado sensata
comprensiva abnegada

perfecta hasta la náusea.
Te dejo que te pasees con tu aire de semental
al baño a la cocina a por un poco de agua.
Si me preguntas
te digo que sí para no entrar en detalles
para que duermas tranquilo y rindas en la oficina.
La mentira es a menudo más fácil y espontánea
como estar juntos.
Es cómodo mi cuerpo,
tiene esquinas redondeadas
y formas ergonómicas
(sin hablar de lo mucho que abriga
y lo poco que pesa).
No pide nada, no hace preguntas
prefiere no saber.
Acolchado de amor
hace tiempo que no siente la cabeza.

Miriam Reyes [Recita mañana, jueves 6 de mayo, a partir de las once en Supernovabar, calle Canóniga 10, La Corrada del Obispo, Oviedo Antiguo]

Y yo
Se me aprietan las horas. Feroces. Se me olvida que me llamaste, que dejaste un mensaje, que Elena tiene ganas de contarme algo, que es el cumpleaños, por fin diez, de tu hijo, que Miguel tiene una herida que aún sangra, que mi pequeño ya nada la piscina de un lado a otro echando mi mirada de menos, que a ella no la han llamado para trabajar.
Se me olvida tanto y todo.
De pequeña me entusiasmaba el claqué, pequeños zapatos brillantes, con placas, que yo imaginaba de titanio, como las durezas con las que nos sostienen los huesos, golpeando, así, con rabia, voraces, el suelo: tac-tac-tac, tacatac. Así suenan los días. Sin saber que estoy en la orilla, el mar lejos, porque camino sin mirar a ninguno de mis lados. Tac-tac-tac, tacatac.
Mi madre me ve tan ocupada, hilando, deshilando, corriendo y entregándome, sin pensar (hago que hago mientras hago), que no se atreve a interrumpirme: ven, el tiempo se me escapa por la grieta de lo oscuro. Y tú también.
Así que abro mi correo y contesto, una a una, las huellas que han dejado mis amigos que disculpan mis afanes, que no devuelva las llamadas, mi ensimismamiento. Hay cajas de fósforos vacías que me pongo a rellenar, la luz para allá: lo mejor, me repito, aún no ha llegado.
Cruzo los cables, las escaleras, las plazas y subo, allí, donde me espera. Huelo el pelo de Teresa y la abrazo, sumando instantes. Clandestina, me introduce un bono de aire en el dobladillo del vestido: a veces, uno necesita respirar. Digo respirar y no costumbre.
Cumplo con los atrasos, me doy el capricho de ir a la compra: frescos y dulces. Me digo basta: deja de acostarte en agujeros. No puedo. Suficiente para hoy, pero te fallaré mañana. Ya lo sabes. Aun así sonríes. Lames mis carencias de generosidad.
Algo me dice, traidora, que huyo; que estoy mintiendo. Me estoy mintiendo.
Ella se esfuerza en creer que se vive bien, a este lado, cobarde y burgués, de la oscuridad: tac-tac-tac, tacatac.

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