viernes, 17 de agosto de 2012

Sueños présagos



Erwin Bechtold

Él decía: "La humanidad se divide en dos grupos: los que leen la correspondencia de los demás y los que no la leen, y tú y yo, Maria, pertenecemos al grupo malo. Somos de los que abren los botiquines de los amigos, para ver qué medicinas les receta el médico."

Philip Roth, La contravida

-Por supuesto -sobraba la palabra.

Sin más Jota le puso una copa de vodka con naranja, nada de particular, la relación entre camarero y cliente, dos lados, alguna mosca extraviada, el sin sonido del plasma, el aire acondicionado moviéndole el pelo, ya ralo, que brotaba bajo la gorra, lacio sobre la nuca. Triste como el dueño. Nada de particular, salvo que eran las diez y dos minutos de la mañana y un hombre bebía solo en la barra del bar de un hostal.
El hilo musical pintaba Stones y el chico susurraba Time is on my side, las intenciones claras, el guión predecible, los marcos con sus estatus y sus roles. La televisión sin voz, solo imágenes deportivas. Tres medallas en el haber español, casi treinta en el palmarés británico. 

-Háblame en inglés, Suk, please que tengo que practicar. Nada como los idiomas.
-Qué idiomas, qué idiomas -grita un peso welter que irrumpe en la escena-, el mundo lo mueve el amor y para la jodienda, soy perro viejo, nunca hicieron falta las lenguas, que sí la lengua. Y ponme una rubia fresquita que vengo a caldo, maldita calor.
-A mí un tinto. Un Vega Sicilia de la casa: todos tienen su solar en La Mancha, ignorantes, arrogantes, engreídos -farfulló un nuevo invitado.

Jota tira de palanca. 

-Marchando una clara. 

La posa. 
Abre la botella de peleón, rellena un vaso. En la pantalla las piernas avanzan sobre la pista. Toca atletismo. Suk mira la cobertura cristalina que recubre el caldo, quedaría bastante bien no bebérselo, claro. Y las niñas, y la zorra de la mujer, y el jardinero escurriéndose por sus muslos. Fuck off. Y el licor directo a la herida, a ver si quema, si cauteriza, si me muero en el intento. No pensar, esa es la clave. No pienses, Suk. No lo hagas. La vejiga se le hincha como un pulmón que revienta de aire, intimidando, amenazador; un órgano que desemboca en el aliento, igual que un conducto a través de las tripas del motor. Explota, hazlo. Mátame de una vez. Reviéntame como un bulbo en la punta de un zapatazo.

-Más.
-En inglés, Suk, qué te cuesta.

Pero sí. Claro que le cuesta. Es el idioma de ella, de la mujer a la que sigue amando. A pesar de todo. Con todo. En sus ojos verde césped, en la miga de pan que es su rostro, en el nudo de su pelo; en la recitación: tabasco, end, hinojo, well, trozo, hipoteca, my lord, cuenco, divorce. No importa el qué sino el timbre cálido con el que ella aromatiza esas palabras y se las vierte, y las agrega, con gotas, en trozos, discontinuas o apretadas. En español o inglés. La oye dentro del cerebro igual que un acúfeno intermitente. Basta. Bebe. Basta, déjame, solo quiero olvidar. 
Basta. Basta. Basta.
Porque llegó antes de tiempo. Ese minuto. Fue la casualidad. No, eso no existe. Más bien aquellos cabos sueltos que quiso atar. O la pista que hacía tiempo lo buscaba: mira, observa, investiga. Y abrió esa puerta. Su puerta. Y la vio resbaladiza, gimiendo, expulsando esa energía libidinal. Veinte años de diferencia entre la mujer de piel como papel encelado y aquel Mustang insultando su vejez, la de ella. Sangre nueva donde la mujer pretende anclar el paso del tiempo. Tópico: la madurita y su jardinero.

-Suk, baby, la muerte es lo mejor que nos puede haber pasado, te obliga a amarrarte a la vida. Life, my love, to live, to be young.

Era suyo, el surco que el jardinero araba. Suyo. Su carne. O esa piel, aquello que hizo que se fijara en ella, en su barbilla, en el modo en que su rostro se plegaba cuando se dirigía a él. Y su voz. Y su aroma. El olor ahora invadido por aquel extraño que se distribuía en su interior. Ella. Bebiendo de la juventud para mitigar el miedo a la muerte. Qué otra cosa pudo ser.
Ellos tenían una buena vida, es eso lo mejor que puede atesorar un hombre. Una buena vida. Decían. 
What is to be young! decía ella.
De un trago y ya van dos.

-Otra, ponla mientras voy al baño. Antes de la siguiente.

Ti-me... is on my side. Ti-me...