martes, 18 de agosto de 2009

Pide que tu camino sea largo




"¿En qué pensabas cuando pensabas en volver? No sé, en nada, ¿a qué te refieres? En algo pensarías cuando sentías que tenías ganas de volver, algo echarías en falta, ¿cómo sabías que te querías marchar? Porque no quería seguir estando allí."

Nadie morirá hoy. Notas. Chus Fernández



Vendrá para quedarse. Como aquellas tortugas. En el Ágora, al atardecer, siempre a las ocho menos cuarto. En Atenas el crepúsculo es puntual. Rutinario. Como unas pocas costumbres. Y, sin embargo, bellísimo.


¿Cuánto tiempo llevan en aquel jardín, tan lejos de su hábitat, inquietantes? Son animales prehistóricos, padecen cierta voluptuosidad: la que nace de la no subyugación.
Han estado.
Siguen.
Permanecerán.
¿Y si son los viejos sabios que transmutados vigilan desde la calma? Sólo sostenidos por el espacio, sin la magnitud del tiempo. Nadie las atrapa en mercurio. Se sienten a salvo. Dirección, Templo de Hefesto, sin número. Cuidamos las piedras. En desorden.


Imagino: le habrá dado por representarse en zombis, recordar películas de espectros (El fantasma y la señora Muir; El espíritu burlón...), soñar con Davos Dorf de la mano de Mann. Después de la luz un extraño túnel. Se sabe perverso. Menea las manos, se las pringa de sombra y gestos inefables; y se ha subido muy alto, allí, en las cumbres, donde los alambres.
Es lo que tiene el otro lado.


Yo le cojo la mano. Lo observo. Allá arriba, ya siempre lejos.


Huele a especias, parece souvlaki. Su fragancia ha cambiado. Dejó el día lleno de principios; entre ellos, un libro a medias en la habitación, la regla y el lápiz sobre la mesita del lado izquierdo de nuestra cama. Demasiados subrayados: Kureishi siempre lo turbó.

Pide en esa voz soberana feta y aceitunas de nombres imposibles, licores egeos, viejos hirsutos de melenas pobladas. Recrea aldeas blancas, mordientes acantilados, el mito de la Atlántida.

Es más sabio.

Yo le leo en griego, no sólo a Kavafis. En el nuevo museo de la Acrópolis hay una gran sala vacía. Espera. Como una debilidad del ánimo.


-¿Recuerdas nuestros pies cansados?

Erecteion. Las cariátides como fruto de la soberbia humana: el hombre ha logrado hurtarle a los dioses la pócima de la belleza.
Lo dijiste.
Asentí.
Desde el Partenón parecíamos druidas y tú reías, poquito, como si temieses ser escuchado; siempre has envidiado mi risa, esa eclosión infantil que libera mi yo más aniñado.

Escuchamos a los músicos mendicantes en Athinas, nos tropezamos con un escaparate invadido por un Sebald helénico en Normanoy, vimos la Acrópolis iluminada desde aquella taberna en lo más alto de Plaka, callados, Anafiótika arañada de gatos.


Casi todo arde; el fuego amenazó con rozarle la cintura. Claro. Tú no sabes. El funambulista interpreta únicamente las posibilidades de su salto.


-Pones ojos de espejo. Me asustan.
Hoy sólo me he vestido con tu colgante cicládico. Para venir aquí me basta el pijama y nuestras costumbres. La fe como voluntad. Continúo rebelándome contra el azar, mi hermoso malabarista. "Flácido y despeinado" (te susurro mientras enredo mis dedos en tu nuca).


"UN HOMBRE RESULTA GRAVEMENTE HERIDO EN UNA COLISIÓN FRONTAL DE DOS TURISMOS
En el otro vehículo circulaba una chica y dos niños pequeños, que resultaron ilesos pese a la aparatosidad del siniestro
Un hombre resultó herido de consideración en un accidente de tráfico que tuvo lugar en la avenida Rosario a primera hora de la tarde de ayer. El coche que conducía la víctima colisionó frontalmente contra otro que circulaba en dirección a Los Cantos. Según las primeras hipótesis, el conductor pudo sufrir un desvanecimiento que le habría hecho perder el control del vehículo e invadir el carril contrario."


Siempre hemos curado nuestras heridas en otros paisajes, lejos, viajando. Te ibas dejando los años, las amenazas, esa vanidosa desazón, aquellos silencios tan incómodos. En el kilómetro de ida te veías más joven, más bello, más tú; siempre te ha sentado bien la distancia.
Como ocurre a veces, mirarte a ti mismo desenfocado.
"La suerte es el cuidado de los detalles".
Por eso.
Aquí sigo.
Yo te cuento, acaso las dulces palabras con las que tejo te proporcionen la voluntad para volver. Como Penélope, trastornada, invocando el regreso de Ulises.