jueves, 14 de marzo de 2013

Cuando nace un monstruo




CUANDO NACE UN MONSTRUO
Escribe: Sean Taylor
Ilustra: Nick Sharrat
Editorial Juventud, 2006

Ella siempre se sintió un monstruo pequeño. O quiso que un monstruo viviera debajo de su cama. Que los peludos tomaran vida. Eso fue mucho antes de la película Monstruos S.A. y Ted (una horripilante comedia sobre un oso de peluche rijoso que un día, fruto de un milagro navideño, se convierte en el humano osezno mejor amigo de un sinsustancia adulto Peter Pan).
A partir de que sus sueños se hubieran hecho realidad, sus posibilidades hubieran sido otras. Otra vida, otras amistades (acaso lanudas), otro tamaño de cama donde el insomnio tiende a aterrizar. Entonces, en aquella época, cuando intuye que empezó todo, le hubiera encantado leer este álbum. Pasa a explicar el porqué.
La peripecia se antoja sencilla, nace un monstruo, crece un monstruo y se reproduce un monstruo. La vida de un monstruo y su relación con los niños. La vida,  o la elección,  o los caminos que se toman y los que se dejan. Cómo decidir y cómo abandonar los miedos. 
El miedo en los niños (gran tema desde que los cuentos son cuentos, es decir, desde el origen del lenguaje), según la ciencia, se explica a partir de su ensayo adaptativo en pro de la especie: un precio a pagar, uno más, por ser humano, por la supervivencia, por dejar monstruitos y monstruitas, digo niños y niñas, en este mundo. Como adulta, a ella le sigue dando miedo elegir, tomar decisiones, responsabilizarse de su vida: como a los niños, como a las niñas, como a este monstruo. Es un relato de crecimiento, con un mensaje positivo, un ensayo que de forma agradablemente sencilla nos instruye en habilidades emocionales, en atender a lo que se siente cuando uno emprende un camino, aventura, experiencia, amistad. Con el monstruo, que en la segunda página ya es el niño, o la niña, o el adulto que lee (otro acierto de este volumen: atrapa al receptor y se mimetiza con él), aprendemos a escuchar nuestros pensamientos, las consecuencias, derivar  el miedo al absurdo y darnos cuenta de que nunca pasa nada: nuestra relación con las cartas que nos toca jugar y ya está. Uno, niño, niña, adulto, sale triunfador del cuento. Porque siempre hay otra vía, porque al elegir ganas y lo que pierdes ya no importa, no merece la energía, el tiempo, el desgaste, la ansiedad. Es un cuento para apandadores, aventureros, osados... miedosos, como ella.
Más aciertos. Más hechizos. Su estructura circular pero en zig-zag. Cada vez que el monstruo escoge, el monstruo avanza. La acción prosigue. Vence y vuelve a elegir. En definitiva, el monstruo vive las conductas que el niño teme y sale triunfador. Es la técnica del llamado “modelado”: vividos a través de otro aprendemos a superar los miedos. Somos más felices. Como nuestro monstruo.
La tipografía irregular, a varios tamaños, distintas fuentes, minúsculas y mayúsculas, es otro de los éxitos. El dibujo vibra en colores intensos, vivos, no existen grises y cuando aparecen son abandonados, al igual que el negro. Es impactante, influye su riqueza cromática y sus formas en un estado emocional positivo. Todo se destiñe de fosforescente fucsia o de rabioso verde puñeta. 
De vida. De ganas de vida.
Así, es un canto a la confianza. A partir de aquí, el texto se relaciona magníficamente con la imagen, van a la par hacia la cumbre de la confianza.
Ella podría leer este cuento. Si lo leyera podrían sucederle dos cosas, o ser más feliz o ser más feliz. En ambos casos no debería abandonar este mundo sin llevarse a la cama a este maestro monstruo.
Fue Dickens quien hizo de la tesis “El amor siempre es más fuerte que el odio” una obra magna; Cuando nace un monstruo se hace a la luz y el rayo alimenta la semilla de la autoestima. ¿Posible perfil del lector? De tres a treinta años pasando por trece. Con libros así, el fango del miedo de la vida adulta se pasaría sobre raquetas. O con botas de lluvia. ¿Ambas cosas, pues?