domingo, 14 de marzo de 2010

Puro teatro

No es el amor quien muere,
Somos nosotros mismos.

Luis Cernuda

Me puse a recopilar parejas de la literatura para una actividad que se me ocurrió presentar a mi jefe de Departamento, así, sin más: qué tal si esta semana de Carnaval les proponemos parejas literarias de tal modo que les ofrezcamos en su línea algo que les atraiga. Ellos venden exageradas piruletas de San Valentín para recaudar fondos a fin de que el viaje de estudios les salga más barato. Nosotros hacemos la materia lúdica: “Y si la comedia debe corregir a los hombres, ha de hacerlo divirtiéndolos” (Jean-Baptiste Poquelin, Molière). A los que oficiamos de docentes, la magnificencia visual, la alta tecnología, los artificios, los chascarrillos, si me apuran hasta la hermosura (“Buen ejemplo nos da naturaleza, que por tal variedad tiene belleza” Lope de Vega), todo nos vale al servicio de la instrucción; alimentamos la ilusión de que ello nos asiste para conseguir un adepto, siquiera uno. Es lo que hay. Como el creador de la comedia francesa negamos la grandeza sin quitar la confianza.

Me gustan los tres genios teatrales barrocos: el francés, el inglés; y más que ninguno el español. Hicieron de su oficio su pasión. Ora escribo, ora interpreto; ora produzco, ora dirijo. Con Lope me hubiera ido al fin del mundo: el Fénix de los Ingenios Españoles estaba dotado para la fecundidad (no sólo en obras, sino en amoríos). Era un río de vida, no me imagino ni un momento de tristeza a su lado. Una luz. A Valle me lo pediría para que me contase mentiras, a Michon lo querría para escuchar sus días, a Mark Ruffalo para silenciar sus noches (no se sabe si escribe, ni necesidad tiene); con Lope, un completo.

He dicho pasión y he dicho bien. En un mundo cerrado, asfixiado por la mendicidad, la peste, los objetos fatales, el vacío moral vivir sería embarcarse cada mañana en un tal vez, exprimir los tiempos con esfuerzo valeroso, acostarse cada noche recordándose mortal. La vulnerabilidad antes bien motor que castración. Aprendieron a sortear eficazmente la bajeza del mundo: de mártir a intrigante y déspota en un clic: puro pragmatismo. Ya lo decía Gracián, ya lo leía Walter Benjamin.

En un contexto insípido y fatal se subieron al tren de un fanático entusiasmo. Adiós al destino y al héroe de la tragedia clásica; el mundo se abre, deja de ser redondo y perfecto; en los bordes: la decadencia. Y en ese estado de desequilibrio, ambigüedad y ruina, van estos tres y se enganchan al espectáculo teatral. La propia muerte atrapa al francés entre bambalinas: el falso enfermo imaginario de repente se hace real, en vivas y aplausos por la excelencia de su gestualidad, por el donaire de su interpretación: “la ilusión cómica desbordando el escenario”. Una vida bajo el signo del oficio pasional, ojo, dije oficio y dije pasión.
El mundo no ha cambiado tanto porque el bicho sigue dentro: lo humano. Asistimos a la adulteración del lenguaje, a los trampantojos, a la manipulación, a donde dije digo...; aquí seguimos, cuatro siglos después, que continúe el espectáculo. Y cada uno de nosotros mirando el propio ombligo.
Los profesores, en medio de este malestar general, hala a “deleitar aprovechando”.
No debemos quejarnos: somos funcionarios. Los funcionarios, gran tema, esos a quienes no preguntaron ni cómo ni cuánto en la época de las vacas rellenitas (lenguaje políticamente correcto, por favor), que sufrieron en sus carnes el elevado euribor y el coste exagerado de la cesta de la compra; esos que se fastidien, que pringuen, que por algo tienen trabajo fijo. No importa el proceso para conseguir el puesto: olvidemos que el que difama podría haber encodado, con sacrificio, renuncia y ansiedades múltiples, a fin de lograr ese estatus. Aquí y ahora, señalan con el índice, sólo computa el resultado, y en él los funcionarios sí y nosotros no, así que pan de cabo a rabo y que sufran como todo quisque. Bajo la fronda de la mentira y lo mediocre cobijémonos todos. Los enseñantes, menudos mangantes: a esos, según fuentes gubernamentales, la crisis no les ha llegado. Así que dosis doble: son funcionarios y encima sin recortes.

Mientras, entre adolescentes ávidos de aprender y con una situación envidiable en una coyuntura desastrosa, debemos continuar deshojando la margarita de la educación: que en nuestro caso, por favor, seremos gemebundos, coincide la excelsitud de factores: horario, sueldo, reconocimiento, vacaciones, motivación, vocación. Ja.
¿Estudias o trabajas?
No sé qué contestar, la verdad. ¿Estudio divirtiéndome? O mejor ¿Me divierto enseñando? Qué tal ¿Agrado a mi público?... Y tira que libras.

Así que cuando desconfío de lo que dicen y me centro en lo que vivo, se me cae el techo, y en la supervivencia, como Valle-Inclán, acudo a la ensoñación, a la mentira, “recordando nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban...”. En otras palabras, viva el teatro.

Profe, anda, cómpranos una piruleta, déjate llevar por la pasión. Con el gesto de dos euros, quién sabe. ¿Y qué mensaje pondríamos para tu amado? Porque las decoramos con texto. O amada dije yo, por esto de la corresponsabilidad, lo de ni ogros ni princesas, lo de no a la homofobia -resulta agotador el rol de docente como modelo de conductas, somos humanos, con debilidades y órganos y humores; como ellos, justo como ellos (ah, y ellas)-. En blanco. Sin mensaje. Porque tendrás pareja profe, porque si no nosotros te la buscamos y así nos comprarías las chuches. Silencio. Sonrisa y media vuelta, que tenía guardia de recreo y mucho niño dando pelotazos sin ton ni son.
A lo que iba, hete aquí que siguiendo la máxima de enseñar deleitando mientras patrullo pasillos, rebusco en mi memoria, para ser original y didáctica, parejas de la literatura que no sean obvias, imaginándome deidad inalterable al desánimo. Claro se me ocurren Héctor y Aquiles; Vera y Nabocov; Belarmino y Apolonio; Vila-Matas y Paula de Parma... Esas cosas. ¿Inflación de esfuerzos? ¿Qué me van a agredecer más, la investigación literaria o el beneficio en su viaje?
Será mejor que invierta en la golosina y me decline por resbalar sobre el libro y los pasillos, por el desinterés y la apatía... En suma, dejarme tragar por el gargantuesco desencanto propio del ambiente...

Pero no. Me reencuentro con la vida que es una gran lección de generosidad. Concito, pues, a los tres dramaturgos barrocos, como a los santos las hermanas de Almodóvar, su contexto, la centuria de la crisis o el siglo de hierro, inspiro y expiro, conjuro vocaciones y alegrías; si ellos pudieron instruir deleitando en aquel revoltijo, en la crisis económica, social y moral, qué no podremos hacer nosotros... ¿Por qué no proseguir en el intento?
Dejo de ser Hamlet y resuelvo: piruleta más parejas literarias. Sumando esfuerzos.
Me vuelvo por donde he venido y le digo al bello efebo que sí, que me venda unas cuantas piruletas de esas, que me quiero colocar; de pasión, por descontado.

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