CUANDO NACE UN MONSTRUO
Escribe: Sean Taylor
Ilustra: Nick Sharrat
Editorial Juventud, 2006
Ella siempre se sintió un
monstruo pequeño. O quiso que un monstruo viviera debajo de su cama. Que los
peludos tomaran vida. Eso fue mucho antes de la película Monstruos S.A. y Ted (una
horripilante comedia sobre un oso de peluche rijoso que un día, fruto de un
milagro navideño, se convierte en el humano osezno mejor amigo de un sinsustancia adulto Peter Pan).
A partir de que sus sueños se
hubieran hecho realidad, sus posibilidades hubieran sido otras. Otra vida,
otras amistades (acaso lanudas), otro tamaño de cama donde el insomnio tiende a
aterrizar. Entonces, en aquella época, cuando intuye que empezó todo, le
hubiera encantado leer este álbum. Pasa a explicar el porqué.
La peripecia se antoja
sencilla, nace un monstruo, crece un monstruo y se reproduce un monstruo. La
vida de un monstruo y su relación con los niños. La vida, o la elección, o los caminos que se toman y los que se dejan. Cómo decidir y cómo abandonar
los miedos.
El miedo en los niños (gran tema desde que los cuentos son cuentos, es decir, desde el origen del lenguaje), según la ciencia, se explica a partir de
su ensayo adaptativo en pro de la especie: un precio a pagar, uno más, por ser
humano, por la supervivencia, por dejar monstruitos y monstruitas, digo niños y niñas, en
este mundo. Como adulta, a ella le sigue dando miedo elegir, tomar decisiones,
responsabilizarse de su vida: como a los niños, como a las niñas, como a este
monstruo. Es un relato de crecimiento, con un mensaje positivo, un ensayo que
de forma agradablemente sencilla nos instruye en habilidades emocionales, en
atender a lo que se siente cuando uno emprende un camino, aventura,
experiencia, amistad. Con el monstruo, que en la segunda página ya es el niño,
o la niña, o el adulto que lee (otro acierto de este volumen: atrapa al receptor y se mimetiza
con él), aprendemos a escuchar nuestros pensamientos, las consecuencias,
derivar el miedo al absurdo y darnos
cuenta de que nunca pasa nada: nuestra relación con las cartas que nos toca
jugar y ya está. Uno, niño, niña, adulto, sale triunfador del cuento. Porque
siempre hay otra vía, porque al elegir ganas y lo que pierdes ya no importa, no
merece la energía, el tiempo, el desgaste, la ansiedad. Es un cuento para apandadores, aventureros, osados...
miedosos, como ella.
Más aciertos. Más hechizos. Su
estructura circular pero en zig-zag. Cada vez que el monstruo escoge, el
monstruo avanza. La acción prosigue. Vence y vuelve a elegir. En definitiva, el monstruo vive las
conductas que el niño teme y sale triunfador. Es la técnica del llamado “modelado”:
vividos a través de otro aprendemos a superar los miedos. Somos más felices.
Como nuestro monstruo.
La tipografía irregular, a
varios tamaños, distintas fuentes, minúsculas y mayúsculas, es otro de los
éxitos. El dibujo vibra en colores intensos, vivos, no existen grises y cuando
aparecen son abandonados, al igual que el negro. Es impactante, influye su riqueza
cromática y sus formas en un estado emocional positivo. Todo se destiñe de fosforescente fucsia o de rabioso verde puñeta.
De vida. De ganas de vida.
Así, es un canto a la confianza. A partir de aquí, el texto se
relaciona magníficamente con la imagen, van a la par hacia la cumbre de la
confianza.
Ella podría leer este cuento.
Si lo leyera podrían sucederle dos cosas, o ser más feliz o ser más feliz. En
ambos casos no debería abandonar este mundo sin llevarse a la cama a este
maestro monstruo.
Fue Dickens quien hizo de la
tesis “El amor siempre es más fuerte que el odio” una obra magna; Cuando nace un monstruo se hace a la luz
y el rayo alimenta la semilla de la autoestima. ¿Posible perfil del lector? De
tres a treinta años pasando por trece. Con libros así, el fango del miedo de la
vida adulta se pasaría sobre raquetas. O con botas de lluvia. ¿Ambas cosas, pues?
No hay comentarios:
Publicar un comentario