jueves, 3 de mayo de 2012

La noche así, Sofía Castañón, Ya lo dijo Casimiro Parker


Juan Tizón

A Sofía por tentarme, en el sueño de la oveja, a la pena, cuando hace tiempo me ganó la nada

[Extracto de la presentación de La noche así, con Sofía Castañón y Marcus Versus en la librería de RafaLaBuenaLetra]

"No preguntes cómo va todo"

Se abre La noche así con este eneasílabo, nueve tiempos, nueve meses, nueve lunas; un espacio ancho, la negación de la curiosidad, de la duda; lo vasto y lo absoluto. Imperativo que encubre la identidad de la voz poética y define el sentido que recorre todo el artefacto hasta el cierre, un tú que se irá convirtiendo a lo largo del proceso de creación, de la mirada, de los objetos, en un nadie. Cito:

Y que nadie pregunte/Si todo,/si bien.

Un “yo” que tomará distintos velos poéticos, un centro vulnerable que se enreda entre capas, el latido de la poeta, como si al origen lo fueran rodeando hojas que irán dibujando, una sobre una, la cebolla. 
El velo de la infancia (vaivén desde la primera a la tercera persona de una niña despidiéndose de la inocencia, cito: [...] De lejos, sólo dos niños/ dejando que todo suceda./ Como ríen nadie ve/ la grieta que al fondo/ se expande); el velo del cine (un homenaje al aprendizaje de lo fantástico, a los ladrillos de la imagen hilada en sucesión de escenas, un tú que fumas, un otro que hace preguntas, el que cada mañana sale a la vida y cada noche se repliega por entre su sombra, la cámara que nos acerca y nos aleja, zoom in, zoom out, Rachael o la excelencia, Roy o el líder violento); el velo del insomne (los ojos del que observa: [...] hora de la noche al día/ hora de un costado al otro/ hora para treintañeros […] o el fondo de todas las horas como recogió Wislawa Szymborska); el velo de la colectividad (un nosotros a los que nada les es ajeno, cito: a la luz de la rutina, desde otra parte del mundo, la mejor parte del mundo, [...] Natacha Merrit o las mujeres del suplemento a color/ con jarras en la cabeza; espectadores de una decadencia social, en un paisaje urbano, donde los tiempos se confunden, las identidades se impostan, ¿Qué es exactamente ya aquello que nombramos "realidad"?...)
No parece que, en este punto, los contrafuertes de la textura poética sean tan diversos, son formas o voces, bien la infancia como identidad de lo que fuimos; bien, el insomne,  identidad borrosa donde sucede el miedo a pie entre "lo que sí" y el sueño; bien el movimiento de cámara, prisma que acerca o aleja; bien, el replicante, identidad construida. Al fin y al cabo, todas ficciones; por tanto, bastimentos que, sobre el bagaje cultural de la poeta, nos alojan en un clima estético y crítico de falsedad, derrumbe, ruinas o pecios entre el que respiramos cada mañana.

Cito:
[…] porque a la mañana le llega/ insoportable/ otra mañana.
Cito:
[…] los párpados guillotinan/ la eternidad que construyeron.
Cito:
[…] si habrá dudas, si el movimiento será verdad.
Cito:
[…] Esta noche hay una constelación / de recuerdos en blanco.
Cito:
[…] solo somos memoria/ y la memoria es mentira.

Aclimata la voz una tierra de referencias ya presentes en su poética anterior, pero toma gravedad: el tiempo, el porqué del lenguaje, la memoria, la muerte... e innova práctica lírica.
El movimiento, presente en toda la estructura: desde el interior, lo más íntimo, lo próximo entre los contornos de la inocencia que en el desvelo se va desenfocando, al zoom out, que se abre hacia el exterior, es otra de las novedades presentes en La noche así. Ya Cortázar en “Las babas del diablo” y posteriormente Antonioni en su adaptación cinematográfica, Blow up, importaron como motivo el significado que los movimientos de cámara suponen en el lenguaje audiovisual. Tres son los valores generados al  incorporar este elemento en el discurso poético: de un lado, la obligación del lector-espectador de interpretar los poemas teniendo en cuenta el código audiovisual, forma como signo; de otro, la voluntad poética de que este sea uno más de los anclajes de la voz; por último, el simbolismo de la mirada que, al hacernos adultos, toma conciencia de la otredad, y si en un principio el ojo de la niña es miope, centrado en lo cercano, en lo suyo, poco a poco, la experiencia la va “hipermetropizando”, salvando el neologismo. También caben dos impulsos, a saber, el del que se acerca y mira; y el del que retrocede. Del que nace viendo claro y al que el crecimiento le torna un magma borroso (de nuevo, la extrañeza; de nuevo, Kafka).

Cito:
El grito/ y todo se contrae como un insecto […] En las noches de la niña/ los muertos dan menos miedo.
Cito:
Desde aquí la imagen está borrosa deberías hacer sí más un poco más porque los contornos no pueden con este temblor que nadie atrapa […]

Sobre un material que aun cuando al lector cómplice le resultará inconfundible, ensaya, pues, nuevos márgenes. 
Más. La propia mixtura en la organización, esto es, los poemas conviviendo con prosa poética, no deja de ser una variedad experimental que ya nos da una pista del efecto sampling perseguido en este texto: materiales anteriores, como sonidos emparentados,  grabados y reutilizados con la singularidad y el efecto de un instrumento musical interrumpen como ecos; módulos electrónicos y piezas humanas se intercalan. Lo digital y lo analógico se cosen como fuente de sonido. Es en esa conjunción donde surge el rumor electrónico de La noche así.
La voz recorre la experiencia de quien va fermentando desde la masa madre a la mujer adulta. Desde el miedo infantil, al terror del no niño, ese pánico que nos devuelve, máscaras del yo en un espejo, sabernos de hilos débiles.
La niña; el insomnio; Blade Runner; también, las citas literarias que nos explican; lo colectivo. Búsquedas personales, paradojas vitales, el humor corrosivo, la ira, el tiempo, la memoria como construcción ficcional y la muerte se asoman por estas 64 páginas y sus 35 principios.
El distintivo de la voz danza en las asonancias, los escasos encabalgamientos, la frescura, la sintaxis del verso corto y los cierres rotundos, algunos aforísticos, casi siempre álgidos; la mirada sobre objetos familiares, lo mitómano y lo cinéfilo, la indagación, las crónicas de un universo al que nos tiene la poeta acostumbrados, el rechazo a la oscuridad del simbolismo, la presencia de la elipsis, la fuerza del sustantivo como acto de fe, los lindes con el silencio, las sinestesias (el color en el sabor de la naranja, el olor en el sabor del cigarro de menta) y ese mundo circundante: el vecino, las noticias de las ocho, las mañanas en albornoz, las ráfagas de recuerdos que se confunden con los suyos, cito:  
[...] la niña lo apunta en su diario. Le suena/ alguna canción. Le suena/ a la vida de su madre/ que es/ un poco la suya […]
Los personajes descritos en el juego de las metonimias. 
Cito: El hombre sin número es un niño./ Cuero, ideas, arrugas. 
Los personajes que salen de una de sus almas, la cinéfila, y toman voz poética, personajes ya nuestros, imbuidos en esa memoria colectiva a la que Sofía apela; enfrentados a esas identidades construidas que Sofía invoca. El derrumbe moral que Sofía denuncia.
No todo es ciencia, también hay otra suerte de conocimiento: la intuición, el otro, lo mágico y lo poético; la fe en lo visto e imaginado, la capacidad para la contemplación. Porque entre las sombras, las voces se alzan, restallando ante nuestros ojos, pelean la posibilidad de otro mundo donde a pesar de este espacio y este tiempo, cito: [...] afrontar el miedo sea como una acción cotidiana.
[...]

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