Para Marta y Fer
porque para temblar decidimos nacer
Marcos Canteli, es brizna.
es
brizna (Pre-textos, 2011) se estructura como agua que fluye hacia
un delta o como secreción nudosa en forma de sello de Salomón o como fragmentos
que se nesgan en triángulo; treinta principios más siete bimembres en cero o pórtico,
uno y dos.
Un asidero cero o pórtico. Un
asidero uno. Un asidero dos.
es
brizna se define en cero o pórtico como filamento o hebra
vegetal; en uno, como parte delgada de algo; en tres, como lluvia suave.
Pórtico
/ Cero
0.
Filamento
o hebra vegetal
De la necesidad, a través de
la imposibilidad de un cordón umbilical,
/que sujete, que nos explique por dentro la palabra brota el trovar de
Marcos Canteli. Es brizna. Planta gramínea, planta contenida en tallos como huecos,
filamento (luego cordón, de nuevo), partícula larga y delgada, ligera, expuesta
a la luz y al viento. Hebra. O poeta.
Por tanto pistilo, hilo o
fibra. Oquedades ocultas; lo vacío. Una intimidad desplegada a la luz y al
viento. El territorio que mancha suyo.
Eso es lo que tenemos entre las manos, apenas una hebra larga y delgada, al tallo y con huecos,
expuesta, que se forma encrespando memoria, materia viscosa más en sonido,
tacto, aroma que en imágenes; pujanzas de objetos retorciéndose, lo que no poseemos: aquello que teje el
tapiz del recuerdo. Escribió el poeta La
brizna contra esa plomada que todo se lo pule (catálogo de incesantes, Bartebly 2008).
Fibra, porción insignificante
de lo que un día fue y hoy es solo moho,
una creación, un constructo que atravesó las definiciones vitales, que como verso nos regala el poeta: corazón, ojo, pulmón; moho que se crió
dentro, donde el miedo y la tristeza, en la superficie íntima de lo que nos
contiene, hoy, entre palabras. En transacción, la imagen pura. Imagen en su
acepción de representación mental. Imagen que surge a partir de la
imposibilidad del código para lo inefable; el decir, el nombrar, el designar.
Descarga eléctrica que interrumpe ad
libitum el significado.
Es esta una conducta poética
que persigue, mediante la provocación, el florecimiento de un tercer espacio,
ese que va más allá de la semántica del signo. Nos incita, como lectores, a la
interpretación sediciosa, a huir del automatismo que encierra la pura
descodificación.
No es negro satén. No responde al hermetismo ni a la oscuridad. Esa provocación, que voluntariamente Canteli propone, nos condena a un lenguaje privado por entre la materialidad del código común, desde luego, pues no existen otras herramientas para el orfebre poeta que las palabras; o la ausencia de las mismas: como un tendal al sol del que penden pequeños vestidos vacíos de carne. Parece decir, ven, te invito, interpreta; adhiérete. Recicla conmigo el conjunto de signos, hazte con las nuevas reglas y entonces, habla con mi objeto, habla desde mí a ti, en correspondencia biunívoca; como el niño que interpreta un arma en la pinza de ropa, un ciclista en la chapa de refrescos, un espectro en la blanca sábana. El movimiento no se detiene, tú sigues. En el pacto, la convención se quiebra, desvinculando forma y materia.
No es negro satén. No responde al hermetismo ni a la oscuridad. Esa provocación, que voluntariamente Canteli propone, nos condena a un lenguaje privado por entre la materialidad del código común, desde luego, pues no existen otras herramientas para el orfebre poeta que las palabras; o la ausencia de las mismas: como un tendal al sol del que penden pequeños vestidos vacíos de carne. Parece decir, ven, te invito, interpreta; adhiérete. Recicla conmigo el conjunto de signos, hazte con las nuevas reglas y entonces, habla con mi objeto, habla desde mí a ti, en correspondencia biunívoca; como el niño que interpreta un arma en la pinza de ropa, un ciclista en la chapa de refrescos, un espectro en la blanca sábana. El movimiento no se detiene, tú sigues. En el pacto, la convención se quiebra, desvinculando forma y materia.
No hay implícito más profundo,
más fácilmente inferible, que el de aquellos dos que comparten un universo
propio, privado, tan fácilmente evocable que cancela, por innecesaria, toda
explicitud. Dos que tan solo con mirarse ya se entienden, llegados a ese grado
de conocimiento e intimidad ¿para qué la palabra?
El significado, ¿para qué?
El significado, ¿para qué?
Como un pintor con su paleta,
ante el lienzo, el poeta exhibe texturas, grasas, y grumos. El maquinismo de la
forma, en esta ocasión, al servicio de la desnudez. Aquel alarde de estilo,
casi pornográfico, ostentoso como una arquitectura de Francesco Borromini que
desplegó el poeta en catálogo de
incesantes (Bartleby, 2008) se pone en es
brizna al servicio de la purificación, como un reto más. Antes lució los
barrocos fuegos artificiales, ahora dedica sus esfuerzos formales al despojo,
como una suerte de “ingravitud” de Malévich. La yuxtaposición como principio
constructivo, la ausencia de marcas (ni siquiera signos de puntuación, negación
de las mayúsculas), la dispersión entre sintagmas, el espacio que se abre, en
pausas y silencios, igual que picos incandescentes o descensos abisales. El
montaje como conflicto entre la semántica de las señales.
A través de la silueta del
poema, Canteli persigue, apoyado en la arquitectura, afilando el montaje, en
flujo, pero a golpes de silencio, los signos en sintaxis enfrentados, nudos
tensos que chocan en pos de la descarga eléctrica; consciente como es de lo
imposible de asir.
Y como niño perdido en el
bosque, ecos, transparencias sin cabos (apenas anzuelo es el lenguaje), cree en
el camino que lo llevará de vuelta a casa, a la hierba aromática, a las manos
de mujer, a la sabiduría del padre; a los ciclos y a la clavícula de ella. A la tierra. Huellas y quiméricas capas,
la fe alimentando la búsqueda.
Palabra que esconde palabra. Palabra
que se deshace. En la disolución
acaso esté el término de la búsqueda; en cada una de las piezas con la que labra
el mosaico de su poética, sus teselas. La escritura como pulso. Latente,
indómito, implacable.
Brizna, hilo del que cuelga,
lo que un día fue hogar y que al volver a
casa la casa ya no está. Es el escaldo Canteli un guía, el Stalker al que Tarkovski permitió
conducirnos a la Zona, a esa
habitación de los deseos, un viaje llovido de asociaciones, donde se manifiesta
el instante con su debilidad: solo el desván permanece. Cito es brizna: hay que oír/ el tarareo detenerse:/ importan estos cauces, importan las
palabras.
Archivo, ideas o impresiones, de lo que un día sí fue. Sigo citando: así la pienso en las raíces. La búsqueda de sentido, el viaje a la Zona, el acto de fe.
Archivo, ideas o impresiones, de lo que un día sí fue. Sigo citando: así la pienso en las raíces. La búsqueda de sentido, el viaje a la Zona, el acto de fe.
Como no puede vencer al
lenguaje, ni a las tinieblas de la vida, tareas infructuosas, no le queda al
poeta más que esa indagación, la exploración, el transitar. Traquetean con
intensidad las palabras de R. Walser que cita en el poemario, leo, “como si su
vida entera debiera consistir en la simple búsqueda de una vida. Una vida
nueva”. Toda una declaración de principios; una cita fundacional. Mutar la piel para vencer el miedo, la
desdicha, lo sombrío.
Marcos Canteli sabe de las
dificultades. Es cierto: la vida astilla, golpea, descarna.
Con todo, es un Stalker: tiene fe. Se enclava a la
existencia persiguiendo los bosquejos. Nada es ajeno a lo humano. Desgraciadamente, nada...
[Fragmento de la presentación de es brizna
12 de enero de 2012 - Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala]
Sólo pretendo asomarme por alguno de tus lugares para decir ¡gracias!. Gracias por la presentación -delicada, culta, bella- del libro "Es brizna", de M Canteli
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