viernes, 10 de junio de 2011

En presente


De ti espero que sigas escarbando;
que, coles manes
enritaes de vivir,
abras en ti túneles y riegos,
caminos prietos,
galeríes de cólera,
fueses de fueu;
qu´a fuerza d´abinar llegues hasta´l fondu,
hasta´l sosuelu
ingriente y constante de la rabia;
que veneres
la palabra encendida,
y el aire que t´abrasa,
y al fiebre que t´ambura,
agradezas y honres el so aliendu;
que de la indignación tomes el nome;
que sobrevivas
en mediu de les brases,
aburiada y tenaz,
resquemada
y tisnada de ceniza,
a medies victoriosa
y a medies consumida.

Marta Mori, "Al rodiu de (...)", La mio voz.

La mayoría de los días pasan sin perfiles, el tiempo no mendiga. Luego están los que a mí me gusta llamar Los raros por un programa noctámbulo en Radio Clásica que yo escuchaba allá por 2003 en las noches insomnes de biberones y conatos de tesis tras los jazz de Carlos Cifuentes, “Cifu” para los amigos.

Hay días peculiares, de esos en que uno se siente personaje de un libro de autoayuda un Reinventarse, un El secreto del poder, un Tus zonas erróneas, un No existe el miedo, un Las palabras que curan, un El sentido de la vida, bla, bla, bla.

El lunes creí que había perdido la tarjeta de crédito. Sin embargo no fue así. Me la olvidé en un videoclub de costurera donde pagué un pastón por películas de difícil localización. Ante la duda, cancelé el dinero plástico y cuál fue mi sorpresa cuando recibí un sms a la una de la madrugada de un tal James que rezaba: “Tranqui, tu tarjeta está aquí, conmigo, a salvo”. Cachis ¿sueño o realidad? Aterrador en la fase post―rem del sueño.

El martes me cambiaron el pin de la tarjeta y me la dibujaron con mis números favoritos. La chica repetía: "Usted puede modificar este número introduciendo la nueva tarjeta, seleccionando otros y cambio de pin".

Tras tres insistencias, finalizó: "Si tiene algún problema salgo y la ayudo" ¿...?

Cuando hago cola en las cajas de ahorros me entretengo redactando epitafios para los banqueros: hay una nipona terrorista en la confederación de mis almas (este rostro de no haber roto un plato tiene sus ventajas para lo clandestino, no se crean, no se crean...). Me fui más pancha que ancha con mi número de la suerte: "Algo está cambiando, muñeca". Ups, aquella versión de personaje desenfocado de Allen me empapó de risa.

Cuando paseaba por los terruños del destierro, dos mujeres me detuvieron junto a la ría para preguntarme si era francesa.

-No, no lo soy.

-Pues vaya bien que habla español -le dijo la una a la otra- para ser francesa.

La compañera del Imserso resbaló de arriba abajo por mi cuerpo y moviendo la cabeza me preguntó que cómo se tomaban por allí lo del embarazo de la Bruni y que si el bombo era porque así lo quiso Dios o mediante una jeringuilla de líquidos presidenciales. Pensé, "Qué narices voy a ser gala". Chapurreé, cotilleé, recité ninfas de Mallarmé y panteísmo de Valéry y me regalaron una estampita de San Antonio con el deseo de un buen marido que me cuidara y me llenara de hijos que me redondearan:

-Cómo se nota que estas francesas no comen…

"Hay que dejar hueco para la tercera dimensión", seguí ría abajo.

De noche me enganché a un documental acerca de la cocina de Pedro Subijana. Me enamoré de ese hombre, incluidos sus dedos choriceros, y quise ser maitre del Akelarre solo por deslizarme entre sus mesas, en mandil ceñido, frente a ese mar en metamorfosis cobijado en la cristalería. Así fue que soñé cochinadas con mi cuerpo y su bigote decimonónico: por el mismo precio la fantasía incluía postres vaporosos y suflés de marisco. Hasta aquí puedo contar.

De todos modos, el miércoles fue “el día”. Una parte de mí cumplió seis años: tarta, risas, besos, atmósferas tiernas. Después los amigos nos reunimos para celebrar la puesta de largo del último libro de Marta Mori, Premio «Xuan María Acebal» de Poesía 2010, La mio voz (lean, lean, lean). En tiempos de desasosiego escuchar leer poesía a un no ya político Xuan Xoxé Sánchez Vicente y que lo hiciera tan bien fue una deliciosa extravagancia. Marta me regaló un poema, hablaba del vientre, de la luz, de cómo la vida nos arrastra, a veces con agua más limpia, de esa naturaleza, hembra y tierra, que se cuela por sus versos, su eufonía, de la nostalgia, del viento que siempre nos sopla por la herida que solo cierra en falso, de la arquitectura del extraño en un entorno hostil, de los paseos en grises, de mi ciudad... Tengo que leer otra vez ese poemario, por cierto muy bien editado por Suburbia, para estudiarlo como se merece.

Vinos, amigos, un sentido adiós a Semprún, proyecciones y anhelos de la luz del Sur que tanto necesitamos. El jueves volví a verme útil: en los correos de alumnos alegres que superaron con nota la difícil prueba de Lengua en PAU; en comentarios de compañeros que siguen creyendo que "educación" es la palabra más bella del diccionario; en el regreso a mi ciudad, con un hombre que me invitó a comprarme un vestido rojo, a pintar mi casa de naranja mandarina, a escribir historias en blanco algodón; en el vino de noche con la pareja del Bierzo y su sabiduría de tierra o ese saber estar inconsútil.

Hoy es viernes y me toca cita en la casita de chocolate: tragar sapos de esos… Esta semana insólita se merece un milagro: sería el cierre perfecto en esta inflación de luz. Ahí voy.


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