miércoles, 18 de agosto de 2010

Antojos




Yo era quien debía hablar de él bajo cielos más grises donde los árboles y los libros fuesen más abundantes. Así yo le sobreviviría porque el rey necesita una memoria perdurable. Él ni siquiera sabía lo que era un rey, ni la velocidad creciente con que los árboles estaban desapareciendo ya para fabricar manuales que trataban sobre su tala.

Agustín Vidaller, Costas perfumadas.


"...recuerdo a cada instante su piel, tersa como un capricho. Cierro los ojos y siento su aroma... ¡Tengo una ansiedad horrible! ¡Necesito sentir su tacto bajo mis yemas!" Era como si el viejo Pereira percibiera también aquella lujuria joven, blanca, inmolada bajo las manos cuarteadas del viejo, piel tostada que debía buscar con ansia unas aureolas generosas.

Fernando Clemot, "Orgullosamente apasionado", Estancos del Chiado.

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